Louis, C'est la vie.

Era la primera vez que encontraba al abuelo de mi mujer, cerro fuerte la mano y me saludó serio con una pregunta: Así que eres 7 años mayor que mi nieta, eh ?; sorprendido por la pregunta, me limité a pronunciar un "ouuuui" más largo de lo habitual, como si quisiera ganar tiempo para procesar la intención de la pregunta. "Yo también le llevo 7 a mi esposa", cerró su ojo y esbozo su amplia sonrisa,  "Es la diferencia ideal". Obviamente no supe que responder, salvo una sonrisa ligera.

Poco a poco fue abriendo sus historias, su cava y sus pláticas. A pesar de ser una región tradicional, cerrada a los extranjeros, fui el primer no francés que llegaba a su familia. En su cava me enseño las barricas donde hacia su vino, hace años, sus cultivos y cerca de su casa, su bosque. Sí, su bosque, un terrenos de campo que hacía 30 o 40 años, tuvo a bien planificar como un bosque. Comenzó sembrando 30 arboles de cada lado, luego otros más pequeños a 2 metros de distancia, luego otros frutales, para la primera siembra llevaba más de 200 arboles, que hoy crean un espacio lleno de vegetación, frutales, hierbas e incluso un pequeño lago, donde cultiva a la vez peces y gansos.

Su pequeño edén en ese paraíso terrenal que es la región de la Loira.

Crear un bosque, un estanque, su vino, su comida, la vida de Louis inspira la nostalgia de esas cosas que admiramos y sentimos fuera de nuestro alcance.

Carine me cuenta que le gustó mucho la historia, sobre cuando chico, a los 2 años, su abuelo fue llevado por sus papás al mercado de Ancenis, y lo pusieron a bailar sobre una mesa, afin de atraer más clientes. No dejo de imaginar cuando veo a mi hijo de 3 años bailar, a su bisabuelo haciendo lo mismo, hace casi un siglo, en su pueblo de Francia, para que gente de otros tiempos, disfrutasen el momento. 

Hoy amaneció y se sintió mal, en la casa de retiro donde residía con su esposa, hoy aún 7 años menor que él. Alcanzó a vestirse y regreso a recostarse para componerse. Ya no despertó. Louis no quiso irse en piyama, su elegancia y porte exigían compromiso.

Louis sembró bosques, sonrisas, viñas e incluso memorias que llegarían más lejos de lo que imaginaba.

Su recuerdo queda en nosotros, y en el baile de un niño de 3 años, que en otro continente, sigue haciendo sonreír a gente de otros tiempos. 



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